jueves, 12 de marzo de 2015

Prevenir explotación sexual infantil en la red, pide la ONU



Ginebra, 11 Mar 15 (Notimex).- La relatora especial de Naciones Unidas sobre la Venta de Niños, Prostitución Infantil y Utilización de Niños en la Pornografía, Maud de Boer-Buquicchio, pidió medidas urgentes para evitar explotación sexual infantil y otras formas de abuso en la red.
Tras recordar que todavía son millones los niños víctimas del abuso sexual y la explotación en el mundo, la experta subrayó que las nuevas tecnologías facilitan la explotación sexual de los menores de edad.
“Las nuevas tecnologías brindan el secretismo, anonimidad y opacidad que facilitan estas actividades ilegales”, consideró la experta.
“Necesitamos armarnos de las herramientas necesarias para impedir que actúen con impunidad”, dijo de Boer-Buquicchio.
Ante ello, la relatora llamó a los Estados miembros a establecer marcos legales que eviten los vacíos tras los que se esconden los delincuentes y el desarrollo de mecanismos de detección y denuncia para identificar a las víctimas y los perpetradores.
La relatora también presentó las conclusiones y recomendaciones de su predecesora, Najata Maalla M’jid, con respecto a su visita a Honduras en abril de 2014.
En su informe, M’jid alabó los avances logrados por el gobierno de Honduras para prevenir y eliminar la venta y explotación sexual de niños y la creación de una agencia intergubernamental para combatir el tráfico de menores.
Sin embargo, urgió a las autoridades a convertir en una prioridad la implementación de sus recomendaciones, incluyendo la aprobación de una ley nacional sobre adopciones y la ratificación del Convenio relativo a la Protección del Niño y a la Cooperación en Materia de Adopción Internacional de La Haya.
Le alienta a establecer un sistema de protección integral de la niñez, a través de un plan estratégico, que incida sobre la prevención y garantice la seguridad y protección de la niñez, así como su acceso a la justicia, asistencia, rehabilitación y reinserción.
La experta recomendó a Honduras crear un marco coordinado de cooperación para implementar la política integral de protección de la niñez con el apoyo de la cooperación internacional y el sistema de las Naciones Unidas.


miércoles, 11 de marzo de 2015

LAS HUELLAS QUE MARCARON EL TERCIOPELO.


LAS HUELLAS QUE MARCARON EL TERCIOPELO.

Estos acontecimientos comienzan un lunes de la segunda semana de agosto del año 2007. Ese día me esperaba una jornada de trabajo ardua y es por eso que traté de llegar más temprano de lo acostumbrado.
Laboro en una institución educativa desde hace ocho años y cada año,  en el mes de agosto, celebro la “Semana de la Salud Mental”.  Nunca imaginé que esta semana marcaría mi vida más que todos los años anteriores y tal vez los años venideros.
Planifiqué los temas de acuerdo a las necesidades de los alumnos y alumnas y quedaron distribuidos de la siguiente forma: Violencia Doméstica, Violencia Intrafamiliar, Tipos de Violencia, Depresión en la Adolescencia, y Cómo hacer las denuncias de Violencia de Género a las Autoridades Competentes.
El viernes mientras impartía la última capacitación a un grupo de estudiantes me llamaron para resolver un problema en una de las oficinas administrativas. Fui a ver qué era lo que sucedía y mi sorpresa fue encontrar al Sub-Director del Instituto anotando el nombre de tres alumnas y dos alumnos para darles expulsión inmediata ya que, según él, estaba denigrando a un profesor al acusarlo de enamorar  a las alumnas involucradas.  Recuerdo manifestarle mi molestia por no atender las acusaciones de las y los estudiantes y solo proteger la dignidad del docente cuestionado. En ese mismo instante tomé una decisión y le dije: “déjeme que yo haré una entrevista individual de cada alumna y alumno”… Él accedió…
Durante las entrevistas salieron a relucir frases como: “el profesor Toribio  enamora a una de las alumnas que está afuera esperando para que usted la entreviste”… “el profesor Toribio le da licor y la lleva a un hotel”… “el profesor Toribio me manda mensajes por el celular después de estar con esa alumna y me enamora y también me invita a salir fuera del colegio”…. “el profesor enamora  a otra  alumna que está también  afuera, esperando para que usted la entreviste”…. “es mentira, sólo somos amigos con el profesor”…… “es mentira, el profesor Toribio me ha invitado a bailar y hemos ido, pero nunca ha pasado algo”… y así fui tomando nota de todo lo que los y las  cinco  estudiantes dijeron.
Hice un reporte de las denuncias recibidas, para pasarlo a la Dirección del plantel y le dije a mi superior que no se trataba de simples acusaciones, que eran denuncias graves en contra de un docente, por lo que ameritaba una investigación exhaustiva.
El día miércoles de la siguiente semana llegué al colegio a la hora de costumbre  y en la entrada de mi oficina se encontraban doña María y don Paco.  Ambos eran los padres de Carmelita.
Carmelita, es una alumna de la institución que ingresó a los doce años al séptimo grado.  Desde que la entrevisté para abrirle su expediente de Orientación, descubrí en ella muchos talentos, por lo que siempre ella estaba presente en todas mis actividades con mis alumnas y alumnos. Recuerdo cuando llegaba los sábados como asistente mía para ayudarme a atender la Escuela para Padres. Recuerdo cuando la miraba ensayando danzas folclóricas, su nombre escrito en el cuadro de honor por excelencia académica, que ganaba los primeros lugares en los “Festivales de la canción fono mímica”; y que siempre fue miembro del Tribunal Electoral Estudiantil para elegir las autoridades estudiantiles, etc.
Ese día atendí a sus padres con la misma amabilidad de siempre. Sin embargo, noté cierta confusión en sus rostros. Les pregunte por Carmelita que ya para ese entonces contaba con 16 años y me respondieron: de eso precisamente venimos a hablar con usted.
El padre de la alumna, me preguntó si yo conocía muy bien a todos y todas las docentes, le respondí que, hablando en términos profesionales, podría decirse que sí. Pero don Paco mencionó al profesor Toribio e inmediatamente pasaron  por mi mente todas las acusaciones que había recibido la semana anterior de parte de dos alumnos y tres alumnas acerca de ese profesor.
¿Qué pasa don Paco?, le pregunté. ¿Tiene algo que contarme? Y me dijo: “Si… Ese profesor  abusó sexualmente de Carmelita y mi hija ahora se encuentra en estado de embarazo”.
Sentí un escalofrío en mi cuerpo, no supe por unos segundos qué responder, ni me imaginé la odisea que Carmelita y yo viviríamos a partir de allí dentro de la institución educativa. Don Paco y doña María me comentaron que ya habían puesto la denuncia en la fiscalía del menor, pero que ellos querían informarnos de lo que el profesor había hecho con la alumna. Inmediatamente me reuní con los padres de Carmelita y con el Director del Instituto. Ellos narraron todo lo que su hija les confesó. El director tomaba nota de lo ocurrido y de repente  don Paco se levantó y dijo: “Quiero ver a ese profesor porque mi sangre hierve cada vez que hablo de lo que me le hizo a mi hija”. Don Paco es un señor de aproximadamente 1.80 m de estatura, de contextura gruesa y yo, con mis apenas 1.48 m tuve que redoblar esfuerzos y lograr que tomara asiento y que su dolor se consumiera en esa silla. No sé como lo logré ya que, al mismo tiempo, entendía la furia e impotencia que puede desencadenar en un padre y una madre el hecho que le toquen lo más preciado de sus vidas: un hijo o una hija.
Una vez que los padres de Carmelita abandonaron la institución educativa me reuní a solas con el Director y él me prometió que llevaría el caso a las instancias superiores de educación, o sea, a la Dirección Distrital para que tomaran una decisión con el docente. A todo esto, confiando en lo que el Director me prometió, seguí mis actividades educativas y comprendí la importancia de brindar esas capacitaciones en la “Semana de la Salud Mental” sobre la violencia y sus tipos, ya que eso puso al desnudo, lo que estaba ocurriendo en la institución. Carmelita siguió con sus estudios  porque era su último año de secundaria.
Hay un dicho que dice “en pueblo chico infierno grande” y lo mismo podría decir de las instituciones educativas pequeñas.  Sin que yo hiciera ningún comentario de lo acontecido, como por arte de magia, todas las profesoras y profesores, incluso el maestro Toribio ya lo sabían. Bueno, por un momento pensé que era mejor así, ya que de esa forma las y los docentes apoyaríamos a Carmelita en su dolor, una niña que a sus cortos dieciséis años de edad, con un futuro prometedor, debía llevar en sus entrañas un ser que ella no decidió tener, ni se le dio la oportunidad de planificar.
El torbellino comenzó cuando las y los profesores me acusaron de mala compañera de trabajo e hicieron comentarios, como que yo tenía que proteger al docente acusado.  La mayoría  no me dirigía la palabra. Cuando entraba a la institución, la mayoría de ellos y ellas se reunían en grupo, incluyendo al profesor Toribio y cuchicheaban y me miraban con desprecio. Podría decir que me quedé sólo con un profesor y una profesora a mi favor. El profesor Toribio me llamaba por teléfono y me pedía que no le hiciera caso a los comentarios de esa alumna que todo era mentira, que no olvidara lo bien que nos llevábamos como compañeros de trabajo, me citaba para que nos viéramos a solas y habláramos del caso, a lo que nunca accedí respondiéndole que sí quería conversar conmigo lo hiciera en horas de oficina en la institución educativa. La verdad no podría decir que con el profesor Toribio nos lleváramos mal antes de lo sucedido. Compartía con él todo tipo de lectura, poemas de Neruda, críticas de libros, etc.
Era tanta la presión psicológica que un día me senté a llorar y me reclamé a mí misma de que tal vez era la culpable de lo acontecido y que, con el afán de involucrar a Carmelita en actividades extracurriculares, le había abierto el camino para ser admirada por unos y deseada por otros. ¿Será posible que haya que ser invisible o pasar desapercibida como mujer, para que no se nos violenten nuestros derechos sexuales? Algo me decía en mis adentros: recuerda el juramento que hiciste el día de tu graduación que te comprometía  a honrar y desempeñar tu profesión con todo el civismo y compromiso que  caracteriza a todas y todos los docentes, ya que así lo espera la patria; recuerda que la violencia sexual es un delito y hay que denunciarla y detenerla.
Carmelita me comentaba lo mal que la trataban sus profesoras. No le querían recibir sus tareas e incluso después de ser la mejor estudiante, sus calificaciones eran cuestionadas. Me llegó a comunicar que escuchó comentarios de sus profesoras de ser una “ofrecida”, de que ella era la que había “orillado” al profesor para que la embarazara, incluso que era una marginada social y lo que quería era un nombre y apellido que la sacara de su pobreza. Igualmente me comentó que alumnas y alumnos la miraban con desprecio y hacían los mismos comentarios. Esa violencia psicológica que ella estaba sufriendo en el aula de clases la documenté en su expediente de Orientación. 
A un mes después de vivir ese infierno en el colegio, justamente me llega la notificación de la Fiscalía del Menor para brindar declaraciones como Orientadora de la Institución Educativa, ya que soy la encargada de velar por el estado físico, emocional y social de las y los educandos. La guerra psicológica se recrudeció en contra de mi persona y Carmelita, ya que las y los docentes decían que me sacarían de la institución por mala compañera de trabajo y que se quitaban el nombre si no lo lograban.  Ese día, las y los  docentes que iban de parte del profesor Toribio solicitaron una reunión de consejo de profesores/as.  En esa reunión me dejaron entrever que yo estaba manipulando a los/las estudiantes para desprestigiar a los profesores, que yo inducía a las/los educandos para que acusaran a los docentes y que ellos habían tomado la decisión que no iban a permitir mi presencia en la Institución Educativa si seguía con la terquedad, de atender las denuncias de las/los adolescentes.
 Ante esa advertencia me dirigí con voz firme  al  consejo de docentes de la jornada nocturna que se encontraba presente en ese momento y dejé clara mi posición: les manifesté, que si bien es cierto que yo debo mantener buenas relaciones interpersonales en mi trabajo, también es cierto que mi función es la de cuidar la salud mental de mis estudiantes. Así dejaba bien claro ante el consejo que no aceptaría chantajes de ningún tipo, que yo brindaría mi declaración  ante las autoridades judiciales de la Fiscalía de la Niñez y diría todo lo que sabía, lo que había anotado del testimonio de los padres de Carmelita, incluyendo las denuncias de los dos alumnos y tres alumnas en contra del profesor Toribio, y el maltrato psicológico que Carmelita estaba sufriendo dentro del aula de clases de parte de algunas profesoras y que me tenía sin cuidado lo que ellos y ellas pensaran hacer hacia mi persona. Eso sí, les advertí, tengan mucho cuidado de lo que me acusan, porque yo sí tengo pruebas de las denuncias de los/las  alumnas en contra de este profesor. Ustedes deben tener pruebas convincentes en contra de mi persona y, si me van a acusar  por el hecho de no proteger a mi compañero de trabajo pues, adelante, los espero en los tribunales de justicia. Quedaron perplejos ante mi decisión.
 Al día siguiente me presenté al citatorio y brindé mi declaración tal y como la tenía documentada. No dije más, no dije menos.  Sólo lo que tenía que decir. Actualmente el profesor sigue en su proceso judicial y fue obligado, a pesar de la oposición de los profesores/as que lo protegían,  a que pusiera una licencia de trabajo en la institución educativa sin goce de sueldo.  La Sociedad de Padres y Madres de familia del instituto hicieron un comunicado, firmado por ellos/as, planteando su decisión de no permitir que el profesor Toribio regrese a la institución educativa aunque las y los docentes que lo protegen se opongan, ya que los padres y madres quieren seguridad para sus hijos e hijas.
En cuanto a Carmelita ya tuvo una bebe tan preciosa como lo es su madre. Ella está queriendo reconstruir su vida al lado de sus padres, su hermano, hermana y su hija. Me dice que su graduación en la institución fue tormentosa, que las docentes querían ponerle calificaciones mínimas pero, con su valentía y dignidad, luchó por pasar todas sus asignaturas. Ahora me dice que está esperando que su hija crezca un poco más para ingresar a la universidad y cumplir sus sueños de ser Administradora de Empresas, lo cual tengo la seguridad que lo logrará, a pesar que doña María llega a visitarme al colegio  y me comenta con mucho dolor que su hija ya no es la misma, que está yendo al hospital para ser atendida por el psiquiatra, ya que últimamente está de mal humor y a veces muy triste, obviamente por las secuelas que deja la violencia sexual en las víctimas.
Doña María y don Paco apoyan en lo que pueden  a su hija y a su nieta, con muchas dificultades económicas sí, ya que ellos tienen que sufragar todos los gastos de manutención. A pesar de las llamadas y amenazas que recibieron de personas desconocidas para que se retirara la denuncia, se mantienen firmes esperando el veredicto de los tribunales competentes, que por cierto ha tardado mucho en resolverse.
Los padres de Carmelita dejaron una gran lección de dignidad en la institución educativa ya que al  romper el silencio pusieron claro ante las y los docentes que, si bien cierto son de escasos recursos económicos, eso no les quita el coraje para evitar que  el caso de su hija quede en la impunidad.
De los profesores y profesoras que me condenaron por tomar la decisión de brindar una declaración transparente sin vicios ni chantajes, no me queda más que comprender que son el producto de un sistema patriarcal hegemónico, donde la violencia sexual entra sigilosamente a las aulas de clases a la vista y paciencia  de muchos y sale con toda la impunidad de otros y otras.
En cuanto a mi persona, todavía tengo en mi subconsciente el impacto psicológico que dejó el acoso laboral que recibí de parte de las y los compañeros de trabajo. Pero cada vez que atravieso el portón de entrada hacia el Instituto, levanto la frente y pienso que nunca me avergonzaré de mi misma, de mi profesión, que senté un precedente en el colegio  y que, mientras siga laborando allí, denunciaré cualquier tipo de abuso que se cometa, sea este físico, psicológico o sexual, en contra de las y los alumnos. Después de un año, he dejado de recibir el acoso laboral que recibía, aunque de vez en cuando, encuentro “recordatorios” sobre mi escritorio como un afiche roto, que yo tenía pegado en la pared y que decía: “Alto al comercio y explotación sexual de las adolescentes”.  Ya no me asusté porque ese fantasma siempre me perseguirá y estoy plenamente convencida que es el precio que pagaré por hacer la diferencia de tener dignidad y perder el miedo de decir la verdad.

Quiero invitar a todas y todos los docentes y encargados de la salud mental de las instituciones educativas, a que hagamos labor de hormiga para que la violencia sexual no siga destruyendo la vida de nuestras alumnas y alumnos; para que no legitimemos el comportamiento de muchos docentes que, con su jerarquía de poder, logran intimidar, engañar y persuadir, incluso a sus mismas compañeras de trabajo; para que detengamos la explotación sexual, el tráfico de menores de edad y el abuso sexual que sabemos que existe en las instituciones educativas. Pero  muchas veces por miedo o por indiferencia no lo denunciamos. Sin embargo a pesar de que cuesta romper con ese silencio, estamos en la obligación de hacer la denuncia.


NOLVIA VERÓNICA LÓPEZ RECINOS
País: HONDURAS
Colaborador de la Red Hispanoamericana Contra el Abuso Sexual Infantil
Miembro de Asi nunca mas Centroamérica.

martes, 10 de marzo de 2015

VIOLENCIA SEXUAL DENTRO DEL ÁMBITO FAMILIAR.




He decidido escribir estos testimonios sobre violencia sexual, para plasmar el dolor, el maltrato y el abuso que viven, en nuestro país, muchas niñas, niños y adolescentes y, por qué no decirlo, en nuestro contexto centroamericano, incluso, más allá. Pienso que al hacerlo, tal vez, las personas encargadas de los derechos humanos, de las niñas, niños y adolescentes, se conmoverán y harán lo que les correspondeObligar a los Estados a respetar los Convenios Internacionales que han firmado para proteger los Derechos Humanos de la niñez y adolescencia.

Los testimonios comprenden temas como: Abuso sexual infantil, Acoso sexual, Maltrato infantil, Violencia intrafamiliar, Violencia institucional,VIH/SIDA. Estos tipos de maltratos se encuentran revestidos de abuso de poder ya que, quienes los cometen son hombres, en su mayoría, sin ninguna patología psiquiátrica. 
Muchas veces, se quiere disfrazar al abusador como si fuera un enfermo mental que padece alguna enfermedad o trastorno de personalidad pero, según las investigaciones realizadas por Medicina Legal,en las Fiscalías del Ministerio Público, la mayoría de los abusadores son hombres comunes que, lo único aberrante que poseen, es hacer uso del poder y de su  fuerza  para someter a sus víctimas.

Comienzo redactando el testimonio de Sophia, una niña acosada por su padrastro. Ella trata que su madre la proteja, pero esta prefiere no creer lo que sucede en el interior del hogar, porque tiene cinco hijos más con el abusador y no puede sostener económicamente a su familia. Este tipo de abuso,considerado incesto,  es el más practicado en los hogares hondureños ya sea por padres, padrastros, tíos, hermanos. Según las estadísticas de medicina legal de la fiscalía de la niñez, el setenta y cinco por ciento de los abusos sexuales, se cometen en el interior de los hogares, donde el abusador aprovecha la oscuridad, las penumbras y el silencio de la noche, para intimidar, acosar, o violar a las víctimas que conviven con él. En este testimonio,hago una reflexión sobre las actitudes y comportamientos de las madres de familia. Ellas han sido educadas como las únicas protectoras y cuidadoras de sus hijos e hijas y, por lo consiguiente, si hay violencia sexual, la responsabilidad, en la mayoría de las veces, recae sobre las mujeres. La sociedad se encarga de culparlas, tildándolas de irresponsables, de descuidadas, de seguir conviviendo con su pareja y, en muchas ocasiones, de no creerle a la víctima sobre el abuso que esté recibiendo de parte de un padrastro, su propio padre, un tío o un hermano mayor.
Por consiguiente, las mujeres cargan con esa culpa y llegan a mantener una mala relación entre madre e hija, a tal grado que la sobreviviente empieza a sentir un rechazo total, abandonando muchas veces el hogar para evitar el contacto directo con su progenitora. Pero, ¿Es realmente la madre la única responsable del cuidado de sus hijas e hijos? ¿Es el sistema de poder patriarcal, el que nos impone desde nuestros ancestros, esta obligación? o ¿Es el Estado el responsable de no brindar la seguridad de esta familia maltratada, a través de refugios donde puedan protegerse de la violencia física, psicológica o sexual que sufren las hijas y, por qué no decirlo, las mismas madres?

En cualquier respuesta que obtengamos de estas interrogantes, estará casi siempre presente el tema del cuidado materno y, jamás o casi nunca, sale a relucir el tema del cuidado paterno, del abusador que, generalmente queda en la impunidad, como el caso de Sophia puesella tuvo que abandonar su hogar, sus estudios y alejarse de sus hermanos e incluso, romper el vínculo afectivo con su madre.

Cuando damos pie a la impunidad, lo que muchas veces logramos es que el incesto o el abuso de parte de padrastros hacia sus hijastras, se vea como algo natural, se legitime y se invisibilice, aumentando así el hecho de que las niñas y jóvenes reciban mensajes encubiertos de que ellas nacieron para sufrir y que, cualquier persona, puede atropellarlesus derechos sexuales y reproductivos sin importar a nadie, incluso ni a ellas mismas.
La violencia sexual está relacionada con el poder.  Através de este entramado, es que se dan las relaciones desiguales entre hombres y mujeres, donde una persona domina y la otra se somete, creándose así, estereotipos masculinos y femeninos que se reproducen en los espacios llamados micro poderes, como lo son: la familia, la escuela, la iglesia, y las comunidades. Allí se reafirma la masculinidad de algunos hombres con comportamientos agresivos, abusivos y aberrantes, en contraposición de los comportamientos de sumisión, pasividad y tolerancia que identifica a las niñas, adolescentes y mujeres en general.
Es importante reconocer que, si bien el sexo, al igual que el color de la piel, la edad, el tono de voz o la altura de la persona, generalmente son rasgos innatos y difícilmente cambiantes, las cualidades, las capacidades y roles que les imputamos, son asignados por la sociedad. Igualmente, la cualidad masculina también es significada de manera diferencialmientras que el rasgo de debilidad que atribuimos a la mujer, la tilde de menor racionalidad o el perfil de más comprensiva, no son propiedades dadas sinoatribuidas, cultural y socialmente. (Villarreal, 2007:58).

Para Foucault las sociedades del siglo XIX son un vivo ejemplo de cómo el poder no sólo se ejerce de una persona a otra, si no, que también es todo un sistema social el que impone su dominación sobre la mayoría.  Ese poder que un tiempo fue impuesto por la colonización, la cual dependía mucho de el color de piel, los rasgos físicos, y el lugar de procedencia,para poder sentir que eran o no dominados. 
“Pienso que esto es lo característico de las sociedades que se instauran en el siglo XIX. El poder ya no se identifica sustancialmente con un individuo que lo ejercería o lo poseería en virtud de su nacimiento, se convierte en una maquinaria de la que nadie es titular. Sin duda, en esta máquina nadie ocupa el mismo puesto, sin duda ciertos puestos son preponderantes y permiten la producción de efectos de supremacía. De esta forma, estos puestos pueden asegurar una dominación de clase en la misma medida en que disocian el poder de la potestad individual.”(Foucault, 1980:5).

Esa misma diferencia para  clasificar a las personas que se instauró en la época de la colonia, es la misma clasificación, que se vive en la actualidad, la cual entra a todos los espacios públicos y privados. Marcando las diferencias y ejerciendo su supremacía de una forma muy sutil o natural que se transmite tanto en los contenidos didácticos como en la personalidad y actuar de las y  los individuos, que conforman cualquier ámbito de la sociedad sea este religioso, educativo, político o en el seno del hogar. El poder se instaura y no hay necesidad de hacer uso de la fuerza, ni utilizar armas, para ejercerlo, como en épocas anteriores, basta con utilizar la palabra o el lenguaje simbólico para poder interiorizar en la subjetividad de las personas, las cuales a partir de esa subjetivación se someterán o dominaran.
Hay que señalar además que estos conjuntos no consisten en una homogeneización sino más bien en un juego complejo de apoyos que adoptan los diferentes mecanismos de poder unos sobre otros permaneciendo sin embargo en su especificidad. Así, actualmente, la interrelación entre medicina, psiquiatría, psicoanálisis, escuela, justicia, familia, en lo que se refiere a los niños, niñas, no homogeneízaestas distintas instancias sino que establece entre ellas conexiones, reenvíos, complementariedades, delimitaciones, lo que supone que cada una conserva hasta cierto punto las modalidades que le son propias.(Foucault, 1980:10).
En nuestras culturas reproducimos configuraciones particulares de significados que entrañan nociones de jerarquía, autoridad y poder. En América Latina atribuimos generalmente la legitimidad que goza el sistema patriarcal y el machismo a nuestra herencia cultural. Aquí la violencia de género se tiende a aceptar como una forma de acción “natural”.Dentro de este mundo de lo no cuestionado, recurrimos, casi inconscientemente a estereotipos, códigos sociales a los cuales se espera que ajustemos nuestro comportamiento, incluyendo estos puntos de referencia para el establecimiento de relaciones de poder entre hombres y mujeres. Entre los estereotipos de género encontramos ejemplos como: la mujer es vulnerable y débil, el hombre debe protegerla y proveer  lo necesario para el hogar; la mujer debe respeto a la autoridad del hombre quien es su superior, el querer mandar es una deshonra, el hombre debe hacerse respetar usando, si es necesario, medidas disciplinarias; la mujer debe ser humilde, tolerante, devota y mesurada, etc.(Villarreal, 2007:60)

Es así que, tantos hombres y mujeres, participan activamente para mantener y dar legitimidad a las categorías de género, estereotipos, siendo este parte de discursos, los cuales no son sistemas completos de pensamiento o racionalidad de acción. Las prácticas discursivas implican el ejercicio de cortar y pegar ideas, aglutinar frases y acotar pensamientos; lo relevante es el proceso de reclutamiento, asociación, definición, clasificación, unificación y desacoplamientos de etiquetas, nombres  y palabras. Las etiquetas se utilizan para definir estatus, estándares sociales y comportamiento. Su significado es situado y reinterpretado de acuerdo a los diferentes contextos en los que se utiliza. Por lo tanto, son los estereotipos de género los que hay que de construir ya que se van construyendo culturalmente, y de esa forma, se lograría un mayor entendimiento entre hombres y mujeres, asumiendo actitudes de respeto a la diversidad y equidad  para mejorar la calidad de vida de las personas que forman parte de toda una comunidad con diferentes necesidades, permitiéndose que gocen del derecho de decidir sin exclusión alguna ya sea por razones de género, clase, etnia o religión. (Villarreal, 2007:62).  

NOLVIA VERÓNICA LÓPEZ RECINOS
País: HONDURAS

Colaborador de la Red Hispanoamericana Contra el Abuso Sexual Infantil
Miembro de Asi nunca mas Centroamérica.

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